jueves, 1 de marzo de 2012

Tokio temió que se produjera una "reacción en cadena diabólica" en Fukushima después del accidente

El ex primer ministro japonés Naoto Kan ordenó a los trabajadores que se mantuvieran en la planta nuclear de Fukushima, que resultó afectada por un terremoto y un tsunami el pasado 11 de marzo, ante el temor por parte del entonces Gobierno de que se pudiese provocar una "reacción en cadena diabólica" que llevaría a millones de personas a abandonar Tokio, según explicó en un informe.
Kan y el entonces equipo de Gobierno comentaron la posibilidad de que Japón pudiera desaparecer como país durante los tres días después del terremoto, indicó un "think tank". Según este organismo, la población temía que se extendiese la radiación por Japón tras la posible fusión de los núcleos de los reactores y una explosión de hidrógeno que destruyó uno de los edificios poco después del accidente.

Durante las primeras semanas, las autoridades japonesas negaron cualquier fusión del núcleo, a pesar de que la radiación comenzó a extenderse por la zona, lo que obligó a evacuar a toda la población que vivía a unos 30 kilómetros alrededor de la planta. Posteriormente, Tokio tuvo que reconocer que tres de los cuatro reactores de Fukushima habían sufrido una fusión parcial.

Yukio Edano, el entonces portavoz del Ejecutivo, explicó al "think tank" que en ese momento temió que pudiese provocarse una "reacción en cadena diabólica" afectando a la planta de Fukushima I y II, al igual que a la de Tokai, cerca de estas dos, poniendo a la capital en riesgo, a unos 200 kilómetros de distancia.

Edano reconoció en rueda de prensa que se barajaron los peores escenarios, aunque defendió su gestión como portavoz del Ejecutivo. "No estaba en una posición donde, como una persona que no es un experto, puede hablar de forma irresponsable de mis impresiones personales y mis sensaciones de la crisis", explicó.

Un año después, la planta sigue pareciendo una zona de desechos, mientras siguen registrándose grandes niveles de radiación. Un miembro de la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio (TEPCO), la operadora de la planta, explicó en una visita guiada a periodistas por la zona que las operaciones de retirada de vigas y materiales de construcción estaba siendo realizada por máquinas debido a los altos niveles de radiación que impiden que puedan trabajar personas en el exterior.

Otro de los principales problemas es el sistema de refrigeración de la planta que mantiene a los reactores en parada fría. "Un terremoto o un tsunami cómo el que vimos hace un año puede ser un problema para estos sistemas (de refrigeración). Pero actualmente, estamos reforzando las piscinas de desechos y construyendo muros más altos contra tsunamis", explicó el director de Fukushima, Takeshi Takahashi.

"Se están colocando una serie de sistemas en caso de que alguno falle", defendió. Las autoridades japonesas advirtieron de que las labores de limpieza de la zona pueden llevar una década para descontaminar totalmente la zona.

Actualmente una comisión investiga la gestión del desastre. El jefe de esta entidad, Koichi Kitazawa, aseguró poco antes de la publicación del informe del "think tank" que alrededor de 50 personas se quedaron en la planta.

"Probablemente se dio la orden de que los trabajadores de jornada completa se quedaran. Podríamos descubrir quién se presentó como voluntario para quedarse, pero las impresiones de nuestra investigación nos hacen pensar de que están sometidos a una fuerte presión para mantenerse en silencio", aseguró Kitazawa.

El Ejecutivo recibió muchas críticas por la falta de decisiones que parecía ofrecer. La comisión se encargó de entrevistar a unas 300 personas, incluido a Kan y Edano, pero a ningún alto cargo de TEPCO. "Desde una visión global, Kan suspendió la prueba", comentó Kitazawa.

La comisión señaló que varias de las decisiones adoptadas procedían de la creencia de Kan de que TEPCO iba a abandonar la planta, lo que provocaría que el accidente no se pudiese controlar

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