En tiempos de crisis nos hacemos más ahorradores, pero en lo fundamental, en la alimentación, seguimos apostando por el derroche. La culpa la tiene esa confusión entre límite de venta y límite de consumo.
Según estadísticas oficiales de la Unión Europea, el 18% de los europeos no conoce la diferencia entre “consúmase preferentemente” y “caduca”, cuando la primera sólo hace referencia a la calidad, mientras que la segunda se refiere a seguridad alimentaria. Y así nos va.
Cada europeo tira anualmente a la basura una media de 179 kilos de alimentos en perfecto estado, medio kilo al día. O lo que es lo mismo, cerca del 50% de productos comestibles se pierde en el intrincado camino que une a productor con consumidor, la mitad desechados directamente por nosotros mismos desde casa.
Esto no hay quien lo entienda. 79 millones de personas viven en Europa en la pobreza, mientras casi 90 millones de toneladas de alimentos en perfecto estado terminan todos los años en los contenedores. Y como nos creemos más ricos que nadie, en las tiendas, cuando el producto fresco ya no está en óptimas condiciones o está próximo a caducar, en lugar de venderlo más barato como se hace en muchos países, aquí directamente lo tiramos.
Frente a este despropósito se nos olvida lo auténticamente importante, la calidad de lo que comemos. Adoramos las marcas de todo lo superfluo y regateamos dos céntimos en la leche sin valorar su origen incierto. Obviamos así la presencia en los alimentos de conservantes, colorantes y otros componentes poco saludables como grasas hidrogenadas. Y apostamos con alegría por la insostenibilidad de comprar productos de orígenes transcontinentales despreciando los producidos en nuestro entorno más inmediato....
lunes, 27 de febrero de 2012
Cada vez tiramos más comida a la basura
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