Un nuevo estudio científico llena de sombras el plan que anunció el pasado octubre en Dallas (Texas) el lehendakari Patxi López para explotar un megayacimiento de 180.000 metros cúbicos de gas de esquisto en Euskadi. A diferencia del gas convencional, almacenado en bolsas subterráneas, el gas de esquisto impregna los materiales arcillosos a profundidades de hasta dos kilómetros. Para extraerlo hay que inyectar un chorro de agua y químicos, con un gran riesgo para los acuíferos. Esta técnica se conoce como fracturación hidráulica o fracking.
Además de la amenaza sobre las aguas subterráneas, su impacto es inasumible si se quiere evitar el cambio climático, según el nuevo estudio, que se publicará en la revista Climate Change. "El gas de esquisto provoca unas emisiones de efecto invernadero mayores que las del carbón a corto plazo, no importa qué uso se le dé al gas natural", explica el trabajo, al que ha tenido acceso Público. En las dos semanas posteriores al fracking, el metano liberado en el proceso sube a la superficie y escapa a la atmósfera.
En EEUU, donde esta técnica está cada vez más extendida, el metano ya representa el 44% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en un plazo de 20 años, según el ecólogo Robert Howarth, de la Universidad de Cornell (EEUU), autor del estudio. Una unidad de metano contribuye al calentamiento global 105 veces más que la misma unidad de CO2 en el plazo de 20 años.
"España debería seguir el ejemplo de Francia y no permitir esta práctica destructiva", opina Howarth. Francia prohibió el fracking el 30 de junio por sus peligros potenciales. En España, el sondeo en busca de gas de esquisto es inminente en Subillana-Gasteiz (Araba), a cargo de la sociedad Hidrocarburos de Euskadi, y en municipios cántabros como San Vicente de la Barquera y Cabezón de la Sal, a cargo de Trofagas, filial de la petrolera californiana BNK. En noviembre, el secretario de Estado de Energía, Fabrizio Hernández, consideró "deseable que a nivel europeo se buscara una manera más formal de favorecer la apuesta por este gas". España emite un 22% de gases de efecto invernadero más que en 1990. El protocolo de Kioto sólo permite una subida del 15%.
Esta tecnología se empleó por primera vez hace sólo diez años. Fuera de Texas, la explotación se ha emprendido desde 2008. "Sólo en los últimos dos o tres años hay estudios sobre los problemas del gas de esquisto", lamenta Howarth. "Y la ciencia ahora habla claro", añade.
El ecólogo ya publicó en abril en la revista Nature un estudio sobre los efectos del fracking que fue rebatido por otros científicos. "Mantenemos nuestras conclusiones", afirma el artículo. "El fracking no sólo es malo para el agua y la salud, es malo para el clima", remacha Dominic Frongillo, también de la Universidad de Cornell, presente en la Cumbre del Clima de Durban (Suráfrica)
domingo, 11 de diciembre de 2011
Palo científico al plan gasista de Patxi López en Euskadi
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