miércoles, 11 de noviembre de 2020

El mural antinuclear de Zumeta, Ameztoy y “Arrastalu”, en el Bellas Artes

Cómo nos hemos alegrado de que el mural que José Luis Zumeta, Vicente Ameztoy y Carlos Zabala “Arrastalu” pintaron en 1980 en los Herrikoi Topaketak contra Lemoiz se exhiba en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. En Eguzki lo interpretamos como un reconocimiento no solo a los artistas sino a aquel movimiento antinuclear al que dieron voz. https://www.naiz.eus/eu/actualidad/noticia/20201110/lemoiz-gelditu-murala-bilboko-arte-ederren-museoan-ikusgai-dago https://www.berria.eus/paperekoa/1877/031/001/2020-11-10/museoan-gelditu-da-lemoiz.htm “Cuando te hacen un reconocimiento de este tipo, señal de que te han desactivado”. Quizá, pero en este caso consideramos que sobre todo es señal de que cuarenta años no pasan en balde. Para nadie. Ahí estaban, sin ir más lejos, en la presentación del mural en el Bellas Artes, representantes institucionales al más alto nivel de aquel partido que decía que sin la central de Lemoiz íbamos a comer berzas. Vale, que ellos tienen, digamos, una “memoria muy flexible”, pero no podemos dejar de reírnos viéndoles ante un mural cuyo mensaje, incluso cuarenta años después, es inequívoco. Desde ese punto de vista, también es normal que algunos se hayan picado como se han picado. En fin, que estamos contentos. Ahora bien, una cosa es que el Movimiento Antinuclear haya entrado al museo y otra es que sea ya cosa de museo, de modo que haríamos mal en no aprovechar la ocasión para recordar que aquí el que no ha parado de reírse ha sido Iberduero/Iberdrola, que no solo se cobró a través de un recargo en los recibos de la luz 2.273 millones de euros por el cierre de Lemoiz, sino que, concluida la concesión que tenía sobre los terrenos, los ha devuelto con las instalaciones tal cual, instalaciones incluidas, sin haber abonado un céntimo por las labores de restauración que le hubieran podido corresponder. En este sentido, el entorno de la central de Lemoiz siguen siendo una herida sin cerrar. Nosotros reivindicamos para él un destino coherente con su historia. ¿Qué quiere decir eso? Pues quiere decir que lo que corresponde es restaurar ambientalmente la cala de Basordas y dedicarla a un uso público, quizá mediante la habilitación de un parque como lugar de memoria. Y con estos objetivos debería ser compatible y a ellos debería estar supeditado cualquier otro proyecto que pretenda desarrollase en ese espacio, incluida la gran piscifactoría que el Gobierno Vasco ha vuelto a publicitar. En todo caso, y esto es tan importante o más que lo anterior, la decisión sobre lo que finalmente se haga no debería ser unilateral, sino basarse en el mayor consenso político y social posible, pues la memoria, si para algo ha de servir, ha de ser para casos como este. A este pack (restauración/uso público/decisiones compartidas) es a lo que nos referimos cuando reclamamos para Lemoiz un uso coherente con su historia. EGUZKI, noviembre de 2020

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