Javier Duour En la prensa, prácticamente todos los días se pueden leer opiniones y análisis sobre el origen de la crisis. Tienen en común que suelen acertar bastante con sus conclusiones, pero a la vez a menudo son muy contradictorias. Los mismos expertos reconocen que ya pierden la orientación. Dependiendo de la posición política, la culpa tienen “los izquierdos” que despilfarran el dinero, o “los derechos” que se lo quitan a los pobres, o el Euro, que no tenía los mecanismos adecuados de autoprotección, o la burbuja de la construcción, o la omnipresente corrupción y avaricia, o la falta de competitividad de los países del sur europeo, o los precios bajos de los productos chinos, etc., etc., etc. Como he dicho, suelen acertar, teniendo en cuenta que intentan explicar algún síntoma de la crisis, por qué alguna cosa es tal como es y no de otra manera. Pero raras veces tocan el fondo, explican el root cause del por qué todo va tan mal. Aunque es muy simple: (i) Nuestro sistema económico está basado en el crecimiento exponencial duradero. Antes de mirar las implicaciones, vamos a recordar que significa “crecimiento exponencial”. Supongo que la mayoría de los lectores será capaz de hacer los cálculos matemáticos asociados, pero ¿también sois verdaderamente capaces de percibir su significado? Me acuerdo de como lo aprendí en el instituto, y os pongo aquí dos ejemplos bastante instructivos: Ejemplo nº 1: Un personaje muy conocido en nuestra cultura, un tal Jesús Cristo, nació en el año cero. Como su padre, llamado José, fue tan bueno como sabio, quería hacerle un regalo para su nacimiento. Pero como era muy pobre, sólo tenía para ello un único céntimo. Dejó ese céntimo en una cuenta bancaria, y le dieron un buen interés, 4%, fijo. Como sabemos, Jesús se hizo adulto, tenía una vida bastante turbulenta, pero murió muy pronto crucificado porque no les gustaba a los poderosos de aquella época. Pero como fue de origen divino, resucitó a los tres días, se convirtió en inmortal, y desde entonces influyó en el destino de la humanidad a lo largo de los siglos. Resulta que hace poco pudo celebrar su dos milésimo cumpleaños, y se acordó del céntimo. Fue al banco entonces para ver cuanto dinero ya tenía. Pues… eso es la pregunta. No hacer cálculos, sólo una estimación “de barriga”. Una pista: El resultado hay que expresarlo en bolas terrestres de oro puro. Según mi cálculo son más de cien. ¿Qué nos quiere decir este ejemplo? (ii) Crecimiento exponencial a largo plazo es imposible. (Reconozco que este ejemplo es bastante extremo, lo elegí porque es muy impactante. Pero es fácilmente posible construirse ejemplos menos exagerados que llevan a la misma conclusión.) Ejemplo nº 2: Una rana vivía feliz en su lago. Una mañana descubrió algo dentro de él: había crecido un nenúfar. “¡Qué guay!”, pensó, “me puedo sentar en él y tomar el sol.” Pero ese nenúfar tenía la propiedad de reproducirse una vez al día. Quiere decir que a la mañana siguiente, la rana se encontró dos, y en el tercer día ya cuatro. “Bien”, pensó de nuevo, “así incluso me puedo pasear de uno a otro, y como mi lago es muy grande, no hay peligro para él.” Y así pasaron los días, hasta que, después de una semana (7 días), la mitad del lago estaba cubierto de los nenúfares. Ahora la pregunta: ¿En qué día el lago estará cubierto por completo? Correcto, en el siguiente, el octavo. (Y entonces el lago se asfixió) ¿Qué nos quiere decir este ejemplo? (iii) Crecimiento exponencial empieza muy despacio para luego de repente dispararse fuertemente de manera inesperada. Esta conclusión tiene especial importancia en la valoración de temas medioambientales. Volvemos a la crisis económica. Como hemos visto, el crecimiento exponencial que exige nuestro sistema económico no puede ser sostenible. ¿Por qué es eso un problema? En principio, y creo que la mayoría de los lectores estarán de acuerdo, un “crecimiento cero” sería suficiente para todos. Si el año que viene tenemos los mismos ingresos que el año anterior, podemos vivir relativamente bien y a gusto. El (poco) dinero que sobra, este año será para el televisor, el que viene para un viaje, al siguiente para la boda de la hija, etc. En principio no habría problema. Sin embargo, existe una tendencia, conocida como la apertura de la brecha entre los ingresos. Se puede explicar de una manera muy gráfica con el famoso juego de mesa “Monopoly”. Lo conocéis, ¿no? El Monopoly se juega en una tabla cuadrada, los campos son “calles”, los jugadores empiezan todos con el mismo dinero, y tienen que viajar (según lo que indica el dado) alrededor de la tabla. Si uno cae en una calle sin dueño, la puede comprar. Si ya hay un dueño, hay que pagar alquiler. Luego, cuando todas las calles tienen dueño, se pueden construir casas y hasta un hotel, y los precios suben consecuentemente. A lo largo del juego, unos se hacen más ricos y otros más pobres, y luego raras veces hay cambios inesperados. Pierde el juego quien primero se queda sin dinero. El siguiente se queda penúltimo, y así, hasta que el ganador se queda con todas las calles, todas las casas y hoteles, y todo el dinero. Casi podríamos decir que es una imagen perfecta de la vida real. Cierto es que los que ya tienen dinero lo tienen más fácil para hacerse más ricos aún, y al revés. (iv) La dirección “natural” del flujo del dinero es del “pobre” al “rico”. En la vida real, es muy complicado “dejar departicipar en el juego” si excluimos opciones tan drásticas como el suicido. Entonces, ¿en qué se distingue la economía real de la del juego? Considerando que existe el crecimiento exponencial, podemos decir de manera muy simplificada que si hay un crecimiento de p.ej. 3% por año, los “ricos” pueden crecer un 6%, mientras que los “pobres” se quedan con un 0%. Quiere decir que los pobres al menos no tienen menos y no van a la miseria., siempre y cuando haya crecimiento. Pero como hemos visto, lamentablemente es imposible que dure eternamente. Los defensores del crecimiento suelen argumentar que desde el principio de la revolución industrial ya tuvimos un crecimiento de un factor 68x. Lo mismo pensó nuestra rana en el ejemplo nº 2, sin embargo no se salvó su lago. También argumentan que el fundamento del crecimiento es el avance tecnológico, y como ese sigue continuamente, también el crecimiento lo hará. Como miembro del grupo de gente que tienen como labor contribuir a este avance, debería estar de acuerdo, y sí, lo estoy, pero sólo si se añade el atributo “lineal” al crecimiento, en ningún caso “exponencial”. Hubo una vez un estudio, que puso en relación la cantidad de las publicaciones científicas “break-through” con la cantidad total, y se compararon las diferentes décadas. El resultado fue que la cantidad total se disparó de manera exponencial mientras que las publicaciones verdaderamente importantes se mantenían en su número notablemente constantes. Nos guste o no, el crecimiento exponencial ya ha acabado, tenemos que conformarnos, como mucho, con crecimiento lineal. Por cierto, ¿por qué los expertos en este campo, los científicos de la economía, no reconocen este hecho? Es una buena pregunta y sólo puedo especular. Creo que ya en su formación están totalmente “vacunados” con el axioma del crecimiento exponencial. Algunos han entendido que no puede existir, pero no se atreven reconocerlo públicamente (comparable a la gente en la fábula del nuevo traje del emperador). Si uno de ellos de repente dijera que el crecimiento exponencial no existe, seguramente le mirarían como a uno en un círculo de esotéricos que expresa sus dudas ante los horóscopos. Aunque estas dudas no son nada nuevas. Ya las expresó el Club of Rome en los años 70 en sus advertencias sobre las limitaciones del crecimiento. Pero la supuesta victoria del capitalismo sobre el comunismo las hizo olvidar. Bueno, no hay crecimiento, el dinero fluye de los “pobres” a los “ricos”, no hay manera de escaparse, ¿cómo entonces continua el “juego”? Con las deudas. En el mundo real (occidental), esta locura empezó en los años 80. Según las teorías de Milton Keynes desarrolladas ya en la crisis de los años 30, en “malos tiempos”, el estado tiene que hacer deudas para fomentar la economía. Y devolverlas en los “buenos tiempos”. En principio es algo sensato. Lamentablemente, lo último nunca ocurrió, no sólo por falta de valor de parte de los políticos, sino sobre todo por no ser capaz de definir bien el límite entre “buenos” y “malos” tiempos. Porque todo el mundo seguía creyendo en el crecimiento exponencial. Pero no volvió. Para mantenerlo de manera artificial, entonces se amontonaron deudas. Imaginemos que en el Monopoly se añadiera una regla que permite tomar créditos. El “pobre”, para seguir pagando sus alquileres, cogería un préstamo. ¿Quién se lo da? Él que tiene, el “rico”. Como no tiene otro uso para su dinero, se lo puede permitir. Y así no sólo tiene ingresos a través del alquiler, sino también a través de los intereses. Igual que en la vida real. Gente que no lo tiene debe dinero a gente que no lo necesita. Con sarcasmo se puede decir que los así llamados “productos financieros” que surgieron con el neo-liberalismo de los años 90, fueron el último “avance tecnológico” para mantener un crecimiento exponencial fantasma. Es obvio que ese sistema no lleva a ningún sitio. Y ahora estamos viviendo su colapso. Imaginemos lo mismo en el Monopoly. Al final el juego termina igual a como estaba previsto en las reglas originales, sólo un poco retrasado, y todos endeudados, menos uno. Pero luego hay una implicación que a nadie se le ocurre cuando gana en el Monopoly: En el momento que el último adversario ha quebrado, terminan todos los ingresos ¡también para el ganador! Se paralizan todas las actividades económicas. Para el juego no pasa nada, pero en la vida real, sí. (v) Al “rico” no le sirve para nada si se colapsa la sociedad debajo de sus pies. Eso le debe dar que pensar a cualquier persona que aún piensa que la crisis es un problema de otros. Con un poco de lógica, analogías, y sentido común no fue difícil llegar a estas conclusiones. Sirven sorprendentemente bien para entender las noticias diarias, sobre todo si se incluyen los factores avaricia y miopía. Por ejemplo Alemania (aún) va bien a pesar de la crisis, porque empezaron con ventaja y por eso venden a toda Europa. Aún así niega ayudar a los demás países, porque su pueblo no quiere ver que eso no seguirá infinitamente así. No quiere ver que los demás países que quiebran son sus clientes y que jamás se podrán devolver las deudas amontonadas. (Para dejarlo claro: la calidad de los productos, la disciplina y la eficiencia alemana me parecen indudablemente ejemplares, así se gana el Monopoly-juego, pero no se puede ignorar al resto del mundo real.) O la burbuja de construcción de España. “Todos” pensaron que eso iba a seguir infinitamente, pero ya es obvio que no fue así. Unos pocos se han enriquecido tremendamente, pero muchos se han quedado endeudados hasta el moño. Mucho más difícil que el análisis de las causas es sacar recomendaciones sobre como salir de la crisis. Sea cual sea la acción, deben tener en cuenta los reconocimientos de arriba. El objetivo debería ser un tipo de Monopoly equilibrado, que nunca acaba, donde los “ricos” no “matan” a los “pobres”. Hace falta un sistema que evite la acumulación infinita de riqueza. Si no, entramos de nuevo en un sistema de feudalismo, peor aún que antes de la revolución francesa. Bajo este punto de vista, la propuesta del nuevo presidente francés, pedir 75% de impuestos a ingresos por encima de 1 millón de Euros, tiene cierto sentido. La prioridad tiene que ser la reducción de las deudas, pero no sólo de los estados, sino también (¡y sobre todo en España!) de las personas individuales. Para equilibrar el “Monopoly entre los países”, es imprescindible mejorar la eficiencia y la competitividad. Pero no a costa de los humanos, porque ¡recuerde!, la economía es para las personas, y no al revés. Buenas inversiones, que incluso pueden justificar nuevas deudas (al menos a corto plazo), son inversiones en la productividad, eso incluye expresamente la educación. Tabú deberían ser inversiones en dudosos productos financieros que tienen como único fin hacer al inversor aún más rico, pero sin contribución ninguna al bienestar general. Al contrario, lo que hacen es chupar dinero de la economía real. Un simple ejemplo numérico: Si se “invierte” 1 millón de Euros a 3%, se cobra cada año 30000 EUR. Sin mover ni un dedo. Un ingreso que mucha gente estaría muy feliz tenerlo incluso trabajando. Pero alguien tiene que generarlo, trabajando de verdad, y quedando sin ver ni un duro de él. Para entendernos bien, no digo que ser “rico” sea malo. La diferencia está en la manera de utilizar el dinero. El “pobre” tiene poca elección, tiene que gastar su dinero en consumo para sobrevivir. Consumo (del “pobre” tanto como del “rico”) no es ni bueno ni malo para la economía, es neutro. Hace uso del dinero, pero no es la “propulsión” que lo mueve. Esa “propulsión” son las inversiones en los bienes productivos, desde máquinas, fábricas, infraestructura, hasta formación. El “rico” (o Estado) responsable invierte en estas cosas. Pero si se pierde esa responsabilidad, si el único objetivo es la avaricia, si el dinero va a esos ficticios productos financieros, entonces se ahoga el circuito económico. Se chupa dinero de él sin contribuir a su funcionamiento. La “gente normal” tiene que esforzarse cada vez más, sin ver ningún avance. Justo lo que ocurre en estos días. (vi) El “rico” tiene una muy elevada responsabilidad en la sociedad. Si usa bien su dinero, la puede hacer florecer. Si lo usa mal, la ahoga. Eso también explica por qué tantos estados del mundo no levantan cabeza. Porque están gobernados por gente que no utiliza el dinero del país de una manera responsable. Por cierto, esa responsabilidad tiene nombre. Se llama “economía social de mercado”. Lamentablemente fue sustituida por el neoliberalismo en las últimas dos décadas. En el pasado, en algunas ocasiones, aún había otra solución cuando se llegó al fin del crecimiento, la expansión a nuevas partes del mundo. Ahora, en estos años, vemos como esto ocurre por última vez en la Tierra, con el crecimiento económico explosivo de China, India, Brasil, etc. Esta será la última vez, porque luego ya no quedarán más sitios en la Tierra por donde expandirse. Igual que en el lago de nuestra rana. Y estos países tropezarán en los mismos límites del crecimiento exponencial como nosotros. Pero tienen una gran ventaja, ya tienen el ejemplo de occidente por delante. De vez en cuando pasan por aquí (la Plataforma Solar de Almería) grupos de visitantes de aquellos países. Si me toca enseñarles las instalaciones, suelo terminar con una “llamada política”: Que tienen todo el derecho de “copiar” nuestro (elevado) nivel de vida, pero que por favor no copien nuestros errores. Los visitantes lo suelen relacionar con la producción y el consumo energético, pero igual de bien se puede referir a nuestra obsesión y dependencia del crecimiento económico exponencial y en la acumulación de todo el capital en manos de pocos. En las noticias sobre aquellos países, a veces se notan indicaciones de que los gobiernos están conscientes de este futuro problema. Ojalá sean capaces de evitarlos a tiempo. Sigo siendo levemente optimista en que finalmente la sabiduría vencerá la avaricia.
sábado, 9 de junio de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario