martes, 28 de abril de 2020

Se ralentizan los trabajos previos al desmantelamiento de Garoña

Se ha tenido que adaptar al estado de alarma decretado por el Gobierno a raíz de la pandemia de la covid-19, lo que ha provocado una pequeña «ralentización» de los trabajos previos de desmantelamiento que está llevando a cabo Nuclenor La central nuclear de Santa María de Garoña lleva desde diciembre de 2012 desconectada de la red eléctrica, pero continúa siendo una instalación crítica. Y con tal condición, se ha tenido que adaptar al estado de alarma decretado por el Gobierno a raíz de la pandemia de la covid-19, lo que ha provocado una pequeña «ralentización» de los trabajos previos de desmantelamiento que está llevando a cabo Nuclenor, todavía titular de la planta del Valle de Toablina a la espera de que la empresa pública Enresa asuma su titularidad para iniciar el desmantelamiento formal.

De hecho, la central se adelantó al decreto del Estado de Alarma y ya el día 10 de marzo implementó los primeros protocolos de emergencia para evitar la propagación del coronavirus y garantizar la cobertura de las necesidades de la instalación.

Para ello se tiró de medidas de flexibilización laboral, empezando por la implementación del teletrabajo para aquellos empleados cuya presencia en la planta no fuera estrictamente necesaria. A mayores, se puso en marcha un nuevo sistema de turnos intensivos de mañana y tarde para minimizar los contactos entre los trabajadores que han seguido acudiendo a la instalación, que suponen alrededor del 70% de la plantilla actual.

A partir de esas primeras medidas, desde la empresa detallan que se han ido poniendo en marcha otras, como la eliminación de las reuniones presenciales, la toma de la temperatura en el acceso al complejo nuclear, la limpieza y desinfección diaria de posibles focos de contagio o el uso de mascarillas en las actividades en las que no es posible mantener una distancia de dos metros entre trabajadores, entre otras.

De momento, no se ha confirmado ningún caso positivo en la central. Esa, sin duda, es la mejor noticia. Sin embargo, la situación está condicionando el trabajo interno. Un trabajo que en los últimos meses se está centrando en las labores previas al desmantelamiento de la planta, fundamentales para que posteriormente sea Enresa la que acometa el desmantelamiento en sí. «Lógicamente, la situación de pandemia y las restricciones a la movilidad impuestas han ralentizado la marcha de los trabajos, si bien se continua trabajando con los distintos organismos e instituciones (CSN, ENRESA, MITECO) para avanzar sobre los temas relacionados con la preparación del desmantelamiento en la medida que la situación nos permite realizarlo», aseguran desde la empresa.

Ahora mismo, los esfuerzos, más allá de mantener la seguridad de todos los sistemas de la planta, se centran en planificar la retirada del calorífugo y del amianto de los equipos existentes en el edificio de la turbina.

Mientras tanto, el combustible gastado continúa almacenado en la piscina del edificio del reactor. Y allí permanecerá hasta que se reciban los cinco contenedores adquiridos por Enresa para el almacenamiento en seco y su traslado al Almacén Temporal individualizado (ATI) de la propia central. La adquisición de esos cinco contenedores se retrasó en su momento y, en principio, se prevé su llegada a Garoña «a finales de 2020». Por su parte, el resto de contenedores necesarios para almacenar el combustible y los residuos de funcionamiento «están en fase final de contratación por parte de Enresa», puntualizan desde Nuclenor.s

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