Iñaki larrañeta, miembro de la Plataforma Navarra Anti Fracking. . La palabra fracking comienza a escucharse, pero la mayoría de la sociedad no sabe muy bien lo que significa, qué hay detrás de este anglicismo o simplemente no ha oído hablar nunca de ello, otros piensan que es algo que está pasando en la vecina Álava, pero no ha tardado en llegar a nuestra tierra. Fracking o fracturación hidráulica es la técnica utilizada para la extracción del gas natural (también para extraer petróleo) que se encuentra atrapado en capas impermeables del subsuelo, a profundidades que van desde los 2.000 a los 5.000 metros. Para liberar este gas se realiza una perforación vertical hasta alcanzar la profundidad necesaria, a continuación se continúa con otra horizontal. Con explosivos fracturan la roca y para mantener dicha fractura inyectan a gran presión enormes cantidades de agua mezclados con arena y un cóctel de peligrosos productos químicos. Las empresas interesadas en su explotación ocultan esta información a la opinión pública, unas veces afirmando que solo inyectan agua y arena, otras veces le quitan importancia aludiendo que los productos químicos solo suponen un 2% del total del líquido de fracturación (pero el 2% de millones de litros utilizados en cada pozo y fractura son muchos miles de litros de tóxicos), incluso les he escuchado decir que productos como el benceno, tolueno o xilenos (conocidos carcinógenos utilizados en la fracturación hidráulica) son tan peligrosos como los químicos que contienen un simple dentífrico. En Navarra hay cinco proyectos de exploración, dos concedidos y otros tres pendientes Nada más lejos de la realidad. A raíz de las experiencias en los Estados Unidos, país que ha apostado fuertemente por esta técnica para extraer gas natural, sobre todo en la última década, se han publicado no pocos estudios de prestigiosas universidades y otras instituciones alertando de los graves impactos para la salud de las personas y el medio ambiente que supone el uso de productos tóxicos en la fracturación, entre los que se encuentran el estudio del Tyndall Centre (centro de investigación científica con el que colaboran universidades del Reino Unido como Cambridge, Oxford, Manchester entre otras) y el estudio del Instituto Wuppertal realizado a petición del Parlamento Europeo. Estos estudios revelan que en una operación de fracking se pueden utilizar hasta 600 productos químicos, desconociéndose la naturaleza de muchos de ellos ya que las empresas se acogen al secreto de patente. Aun así, hay más de 260 químicos identificados entre los que se encuentran 17 tóxicos para organismos acuáticos, 38 tóxicos agudos, 8 cancerígenos probados, 6 sospechosos de serlo, 7 elementos mutagénicos y 5 producen efectos en la reproducción. A éstos hay que sumar los metales pesados y radiactivos que se encuentran de forma natural en el subsuelo y que salen al exterior con el líquido de retorno. Este líquido que regresa es embalsado al aire libre y supone entre el 15% y el 80% del total inyectado, quedándose el resto en el subsuelo para siempre, con el peligro que esto supone. Este proceso conlleva una serie de impactos ambientales, algunos de los cuales aún no están plenamente caracterizados o comprendidos, entre ellos contaminación de las aguas subterráneas y superficiales, contaminación atmosférica con gases tan peligrosos como volátiles como el benceno y el radón 222 entre otros, emisión de gases de efecto invernadero (metano), un enorme consumo de agua, terremotos (sismicidad inducida), contaminación acústica e impactos paisajísticos. La lista es larga. En Navarra hay cinco proyectos de exploración, dos concedidos (que afectan a áreas de Viana y Valle de Lana) y otros tres pendientes, publicados en el Boletín Oficial del Estado. Estos tres permisos afectan a un área de más de 300.000 hectáreas. El permiso pegaso supone un área de 100.000 hectáreas que va desde la Sierra de Urbasa hasta la cuenca de Pamplona incluyendo Sakana y zonas de Tierra Estella, el permiso quimera también de 100.000 hectáreas desde la cuenca de Pamplona hasta tierras de Huesca, incluyendo áreas de Roncal, Aoiz, Lumbier etc. Otro permiso llamado Aquiles también de 100.000 hectáreas afecta a la Ribera navarra. Estos proyectos de exploración (no hay diferencia en el método con la explotación) suponen una amenaza real para uno de los recursos más importantes con el que cuenta Navarra, nuestra agua. La posibilidad de contaminación de acuíferos y aguas superficiales por los productos químicos altamente tóxicos utilizados suponen un grave riesgo para la salud de las personas que vivimos en Navarra y para nuestra agricultura y ganadería. No nos podemos permitir el lujo de poner en peligro uno de los recursos más importantes.
lunes, 24 de diciembre de 2012
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