El Correo. El número de personas que no pueden mantener una temperatura adecuada en su casa durante el invierno ha aumentado en Euskadi un 167% desde el inicio de la crisis, según datos del Gobierno autónomo uando girar la ruedecilla del termostato es un lujo. Cuando sólo queda cubrirse de mantas para conseguir pegar ojo en esas noches de perros. Esta semana Euskadi tirita bajo un manto blanco y, sin embargo, los hogares de miles de vascos se encuentran como un témpano. No hay dinero ni para caldear los radiadores fríos ni para encender las estufas apagadas. La necesidad congela las moradas de 237.526 personas en el País Vasco, según los datos recogidos en la Encuesta de Necesidades Sociales elaborada por el Departamento vasco de Empleo y Políticas Sociales. Son aquellos que tienen problemas para mantener una temperatura adecuada en su domicilio en invierno, uno de los parámetros que utiliza la Asociación de Ciencias Ambientales para definir la pobreza energética, una gélida realidad oculta que ha emergido con fuerza al calor de la crisis. Cuando sólo queda el frío.
domingo, 8 de febrero de 2015
Ni para la calefacción: 237.500 vascos pasan frío en sus hogares por la pobreza energética
El número de vascos incapaces de mantener su hogar en invierno entre los 17 y los 21 grados (el intervalo de temperatura que recomiendan los expertos) se ha incrementado en un espectacular 168,1% desde el comienzo de la crisis, según los datos del Gobierno vasco. Mientras que en 2008 eran 88.619 las personas que en Euskadi no podían disfrutar una temperatura de confort en sus domicilios, en 2014 la cifra se ha disparado hasta los 237.526 casos, a su vez el 31,8% más que los registrados en 2012, cuando 180.210 personas se encontraron en una situación que revela una imperiosa necesidad.
Detrás de las cifras están quienes se ven abocados a escatimar en calefacción para no tener que sacrificar otras necesidades básicas. Con todo, todavía hay quien vive en una situación más dramática. En Euskadi se llegaron a registrar a lo largo de 2014 hasta 38.255 casos de personas que se vieron afectadas por un corte en el suministro. Son a los que los apuros económicos les dejaron a oscuras. La cifra, que las compañías son reacias a difundir, supone una disminución del 27% en el número de casos con respecto a 2012. Entonces, en uno de los peores años de la crisis, 52.413 personas llegaron a reconocer que habían sufrido una suspensión en la prestación de los servicios de luz y gas. Para evitar esta situación límite, los organismos públicos han puesto en marcha en los últimos tiempos ayudas específicas dentro de las denominadas Ayudas de Emergencia Social (AES), aquellas destinadas a pagar los recibos cuando el corte acecha. El Gobierno vasco destinó 20,5 millones de euros para este fin, una cantidad que se reveló insuficiente a los pocos meses ante el aluvión de solicitudes.
Cuando las instituciones públicas no son capaces de dar respuesta a estas necesidades, son organizaciones como Cruz Roja donde encuentran cobijo aquellos cuya asfixiante situación les impide pagar las facturas. A lo largo del año pasado, 52 familias vizcaínas recurrieron a la entidad internacional, que repartió 125 ayudas de suministro. "Normalmente, estas situaciones son reflejo de problemas más graves. El que no puede pagar la luz o el gas, tampoco es capaz de poder comprar alimentos o pagar el alquiler", detalla Elsa López, una de las responsables de intervención de la entidad. Según la asistente, que constata "un aumento considerable de gente que acude a Cruz Roja", en los últimos tiempos, todas estas ayudas están sujetas a un escrupuloso programa de seguimiento, de forma que se garantiza que el dinero recibido sea utilizado para aquello para lo que se ha concedido. "Se exigen justificantes del pago de las facturas para que el siguiente cheque les sea abonado", asegura López.
Causa de muerte prematura
Helena es una de las personas que el año pasado consiguieron sortear el rigor del crudo invierno gracias a las ayudas de la ONG. "Me ayudaron muchísimo. Me vi en una situación muy difícil y con aquel dinero pude pagar las facturas, el alquiler y hacer la compra en el supermercado", recuerda la mujer. Como Helena, el 8% de los vascos son incapaces de hacer frente a unos gastos energéticos desproporcionados con respecto a sus ingresos. Este es otro de los parámetros que la Asociación de Ciencias Ambientales utiliza para definir la pobreza energética, un problema que las encuestas todavía no miden de forma directa y oficial en España a pesar de que las estadísticas de otros países de Europa sí llevan abordándolo. "Es muy difícil concretarlo, porque para obtener los datos cruzamos distintas variables del INE, pero lo cierto es que en el País Vasco los índices de pobreza energética se sitúan por debajo de la media nacional, que se encuentra en el 17% en el resto de España", reconoce José Luís López, coautor del 'Estudio sobre Pobreza Energética en España, Potencial de generación de empleo derivado de la rehabilitación energética de viviendas', un trabajo de investigación en el que se llega a sostener que la "pobreza energética podría estar detrás de la muerte prematura de más de 2.000 españoles al año".
Los autores del estudio, que evidencia el enorme problema social al que se enfrentan los organismos públicos, dibujan a aquella persona con ingresos limitados, en situación de desempleo y que vive en una vivienda ineficiente como el perfil que más papeletas tiene para encontrarse en una situación de vulnerabilidad. Y, de forma muy especial, aquellas mujeres de edad avanzada, que viven solas en casas grandes, sin aislamiento y con sistemas de calefacción deficiente. Y es que, según los especialistas, el origen de la pobreza energética hay que buscarlo más allá de las facturas que se apilan sin control. Se encuentra en las propias paredes de los hogares que no se llegan a caldear cuando el frío más aprieta, en sus puertas, y en el quicio de las ventanas. "Alrededor del 70% del parque inmobiliario español no está adaptado a la normativa de eficiencia energética que recoge el Código Técnico de Edificación de 2006", apunta López, de la Asociación de Ciencias Ambientales.
Para el experto, la mayoría de las construcciones antiguas y también muchas de las modernas, las que se levantaron en pleno boom inmobiliario, "no están preparadas en materia de eficiencia". Una situación algo diferente en Euskadi, reconocen los expertos. "Más allá de las exigencias normativas, es cierto que por las condiciones climáticas del País Vasco, con un invierno mucho más crudo, hacen que apenas existan hogares que no están preparados para el frío, como en el Levante o algunas zonas de Andalucía", asegura el experto. Pero los datos son tozudos. Según la encuesta de Encuesta de Necesidades Sociales del departamento que a partir de ahora dirigirá Ángel Toña, el 0,1% de los hogares vascos no cuentan con agua caliente. Aquí, en 2015 y cuando el frío más aprieta. Porque en algunos hogares sólo queda el frío.
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